la llaman copacabosta (copacasucia) la otra versión de copacabana, es la playa de pirambú, la favela de fortaleza, donde se bañan quienes no tienen otra agua donde lavar su esperanza
en brasil amanece muy temprano y todo es grande, a las cinco amanece en fortaleza, capital del estado norteño de ceará, y a las seis el sol luce en todo su explendor, aqui todo es grande, las distancias, la simpatía, la selva, el sotaqui (acento), la pobreza, la bondad, las playas, el eterno verano, y como telón de fondo la música, la deliciosa y embrigadora música que todo lo envuelve; forró, samba, bossa nova, sones, acentos y estilos que hacen de fortaleza un auditorio en permanente movimiento.
llevo apenas una semana y he decidido sumergirme sin límite en la intensidad de esta ciudad de tres millones y medio de habitantes que cuenta con una de las favelas más grande de todo brasil: trescientas mil personas viviendo y muriendo en ella, sonñando y cantando y buscando por dónde y cómo sea un pedazo de cielo para poder vivir.
los placeres son tan asequibles como el peligro, al mismo tiempo puedes estar disfrutando de una cena a base de cangrejos y caipirinha en una barraca a orillas del mar, como pueden llegar, y llegan, deseperados de la vida, armas en mano y piden los bolsos y carteras a todo el que está allí. aqui es todo posible e imprevisible, eso dicen y eso parece.
escapé a las playas del norte de la ciudad, a cucuba, increibles dunas y ambiente donde los brasileiros de fortaleza escapan los domingos. el destino fue un chiringuito increible con hamacas entre palmeras para beber el agua de coco mientras justo al lado un grupo de jóvenes con guitarra y percusión y una voces perfectamente coloreadas me regalaron uno de los momentos más deliciosos de esta samba sin partitura.
he probado frutas que no podría imaginar, aquí la amazonía esta muy cerca y su presencia se ve en todas partes, desgraciadamente los latifundios y la deforestación es una espada que cada día lanza a la imigración urbana miles de indios que pasan a engrosar la miseria y el hambre de la favela más grande de brasil. fortaleza es como una frontera entre los estados más desarrollados y este norte que sangra día a día. me gustaría detener el tiempo, fundirme con este acento en esta tierra mágica.
indios del pueblo karajá del centro de brasil en el estado de tocantins, tienen contacto con el hombre blanco desde apenas hace doscientos años, su población actual casi no supera las dos mil personas y vinieron para hablarnos de su derecho a conservar la selva y sus costumbres, a mostrarnos su respeto y las tradiciones de su pueblo, y nos hablaron de un lugar donde el equilibrio es un estado de la naturaleza humana y la justicia una condición del alma.
al final bailamos en su círculo mágico.
aprovecharé una vez más la oportunidad que me regala la vida, de los libros hablaré otro día
cuando la brisa se levanta parece como si las ramas del manglar bebieran del agua