jueves, 1 de enero de 2009

wellcome to la habana



me faltaba hablar del último trayecto de mi viaje, la ciudad de la habana, y me resistía a hacerlo porque todavía no acabo de encajar muy bien esa cantidad de emociones y pensamientos que se agolpan en mi memoria dejándo tras de sí un sabor agridulce, de fuertes contrastes y sentimientos enfrentados.

tenía que ser hoy precisamente en el aniversario de la revolución (un ocho de enero de 1959 fidel entraba en la habana, el mismo año en que yo nací), cuando dejase testimonio de mi paso por la isla, y de todo cuanto vi, rehusé y me conquistó.

50 años con fidel

no sé ni por donde empezar y supongo que será largo de explicar: llegué al aeropuerto internacional de la habana el 2 de diciembre, atardecía y el taxista que nos llevaba al hotel plaza, un moreno alto,ingeniero agrícola que escribía en un cuaderno de notas mientras conducía, auguraba las temperaturas más bajas de la década y un frío polar, ni más ni menos que 17º, toda una delicia primaveral para nosotros y un auténtico invierno para ellos.

primero dejamos al odontólogo mexicano en un hotel del vedado y seguidamente tomamos por el malecón en dirección a la habana vieja. era una tarde gris, chispeaba y las olas saltaban por encima del malecón dejando su rastro esparcido entre un escaso tráfico de automóviles dignos de coleccionistas, por una ciudad que está a medio camino entre las imágenes que conservo de beirut y las viejas películas de gangster en blanco y negro de los años '50.


vestíbulo del hotel plaza

poco a poco iba reconociendo lugares en los que nunca había estado, hasta que finalmente llegamos al hotel, un viejo edificio en el centro de la habana, entre el museo de bellas artes y el museo de la revolución, que guardaba todo el glamour y decadencia de años que parecían no haber pasado nunca.

la primera parada fue el bar monserrate, muy cerca del floridita donde hemingway se ponía ciego de daiquiris, el mismo que conserva una réplica en bronce tamaño natural de sus largas horas de barra. no pude tener mejor bienvenida, celebré mi llegada a la habana a base de mojitos y salsa en vivo. el local tenía portero que seleccionaba discretamente el acceso de los turistas y algunos privilegiados cubanos, el resto se asomaba por los ventanales ofreciendo y pidiendo todo aquello que estuviera a su alcance, practicamente todo, desde cigarros puros hasta fotos del che pasando por carey o historias que nunca sabías donde podían desembocar.



el garito estaba lleno de extranjeros, sobre todo alemanes y españoles, a medio camino entre la aventura caribeña y la nostalgia revolucionaria, la habana entera parece un gran parque temático de la revolución, sobre todo en vísperas como estamos de su 50 aniversario, pero también un museo vivo de la historia del automovil o de la arquitectura del siglo veinte, incluso en algunas partes un gran bazar de las contradicciones que el régimen se empeña en negar. a pesar de todo en cuba los habanos siguen siendo genuinos, el mojito insuperable y la salsa una forma sensual de hablar con dios.