Ha pasado casi un mes
desde que os fuisteis. Un mes y ya son 22 las veces que os he
despedido. Quizá para algunos sea la primera, quizá también la
última, pero a mi, cada vez que os digo adiós me sigue quedando una
mezcla de sensaciones y certezas, tan intensas, que cada año que
pasa me cuesta un poquito más recuperarme. No sé si es la edad, el
corazón o todo lo que dejáis aquí cada vez que nos despedimos, lo
único cierto es que esta especie de saudade
sureña solo se cura volviendo a soñar, imaginar y
organizar un nuevo encuentro.
En esta edición no
llegaron algunos que son ya parte de nuestra esencia colectiva, otros
lamentablemente ya no podrán volver, pero seguro les gustará saber
que siguen y han estado, que son parte de lo que cada año
construimos juntos, y eso es sólo merito de quienes se bajan del yo
para construir el nosotros.
He tardado esta vez más
que otras en daros las gracias, a todos y cada uno sin excepción,
por vuestra paciencia, cariño y esfuerzo, por todos los detalles y
gestos que nunca pasan desapercibidos, aunque me veáis esos días
como loco, de un lado a otro, con la mirada un poco ausente y el
ánimo algo más a flor de piel que de costumbre. He disfrutado como
un niño alucinado y entusiasmado con todas vuestras intervenciones
y propuestas, como siempre, con vuestro infinito cariño. Nunca me
dejáis de sorprender y cada año aprendo un poco más. Disculpadme a quienes por descuido o torpeza no cuidé como hubiera
deseado, trataré de compensarlo si tengo la oportunidad de volver
a veros.
Gracias nuevamente a
todos