martes, 14 de octubre de 2008

setenta y cinco días después



Fue un noche deliciosa junto a Nuria, Antonio y otros muchos amigos en Las Noches del Cangrejo. Era Sevilla y octubre y pudimos leer y brindar con los poemas de Raúl Núñez. Me sorpendió el silencio de la sala llena y el calor con el que algunas personas se acercaron tras el recital para saber y compartir, para decir de otra manera lo que siempre hemos dicho, que nos necesitamos. Os dejo con uno de mis preferidos, pertenece al libro de Raúl "Poemas de los ángeles náufragos":

SUEÑO JUNTO AL CALEFACTOR

Estoy dormido y sueño
echado en el piso de la estación de Hamburgo
junto a un calefactor
porque en toda la ciudad
no hay una sola cama en la que yo pueda dormir,
ya no tengo frío
porque estoy soñando
y a mi lado
hay dos beatniks suecos
que antes de dormirse me dieron cigarrillos
y sé que ellos también sueñan
entre sus camperas de cuero
y sus botas gastadas.
Sé que escribo soñando
y entre la niebla rosada
que sube hacia mis ojos
desde mi corazón
siento que llega una muchacha
o una muñeca
y sé que no ha llegado en ningún tren
de los que se hielan parados en las vías
porque hay flores en sus pezones,
porque está descalza
y su cabello le besa la cintura
porque sé que habrá gusto a miel y a leche
en sus nalgas y en su vientre.
Ahora se echa a mi lado
y me calienta con su aliento y su pelo.
Has llegado hasta aquí, mi beba,
hasta la estación de Hamburgo
hace demasiado frío
y yo no soy el más solitario
podrías haber llegado hasta el alemán borracho
que cantaba C'est si bon en el bar
tenía 500 marcos
y los muchachos italianos lo robaron.
Ahora está solo
caminando por la estación desierta
y ni siquiera está borracho,
tiene una espuma roja en los ojos
y creo que llora,
podrías haberte acercado a él
o al etíope
que hace quince días que no duerme
y ahora está echado en el banco de una plaza
y sabes que allí no hay calefactor,
ni siquiera alguien que duerma cerca
y eso no es bueno, muñeca.
Y sin embargo,
has venido a echarte al lado mío
y los deditos de tus pies están tibios.
Hagamos el amor entonces,
aquí,
sobre el mosaico helado
y después
vayamos a juntar hombres
como si fueran flores
a todos los hombres
que están tirados en las calles
o en las plazas
a los borrachos,
a los homosexuales,
a los drogados de St. Pauli
y les contaremos un cuento
o les enseñaremos a balbucear
la palabar amor
como si fueran niños.
Vayamos a juntar hombres
como si fueran flores
y a llevarlos a todos
a la estación de Hamburgo.