Se cumple el próximo 2011 el veinte aniversario del cierre del café-librería Cavallers de Neu. Allí amé, soñé, deshice sueños y conspiré contra el amor, vendí libros, recité poemas, fundé revistas y puse copas a miles de jóvenes y no tan jóvenes que soñaban con cambiar el mundo o cuanto menos de cama, y vi como el mundo los cambiaba y las sábanas se los tragaba. Quienes vivieron aquellos años locos en aquella ciudad promiscua y noctámbula saben que nunca será la misma. Llevo 20 años fuera y cada vez que regreso lo hago a un tiempo que ya no existe, siento que yo soy el mismo en una ciudad que ya ha cambiado. Ahora una reciente entrevista que me proponen me vino a recordar que de alguna manera seguimos conspirando y soñando, quizá desde las barricadas. donde alguna vez intuímos un horizonte que nunca se llegó a cumplir. Y aún así, nosotros, adictos a la esperanza, seguimos resistiendo sin renunciar a los sueños.
interior de cavallers de neu, con pilar, apenas conservo fotos de aquellos años
-¿Cuál era la atmósfera que se vivía en el Café Cavallers de Neu y el ambiente de los Cafés Literarios en la década de los ochenta y noventa en Valencia?
La década de los '80 en Valencia fueron años dorados para las tertulias y la vida social y cultural de la ciudad. La sociedad civil se articulaba en espacios asociativos y todavía tenía una fuerte capacidad de respuesta, participación e independencia frente al inmovilismo y la ceguera institucional. Los cafés, sobre todo en el centro histórico, daban vida y color a una ciudad que luchaba por sobrevivir a la especulación inmobiliaria y vital a la que ha sido sometida nuestra ciudad reiteradamente. En estas tertulias de café convivían toda suerte de soñadores y artistas, músicos, literatos, activistas políticos y culturales que hicieron de Valencia una referencia cultural a nivel nacional e internacional. Los cafés se convirtieron en espacios expositivos, escenarios musicales y teatrales, palestras literarias y base de numerosas revistas y ediciones que pusieron a Valencia en el mapa de la modernidad. El Café Cavallers de Neu fue uno de los más activos junto al Café Lisboa que en aquellos años compartían calle, pero también lo fueron La Forest d'Arana, los históricos Café Malvarrosa y Cervecería Madrid, La Claca, el Café Negrito, el Café Sant Jaume, el Cafetín, el Café La Bomba, La Marxa, Fata Morgana, Continental y otros muchos sin tanta actividad cultural pero igualmente simbólicos y propicios para el encuentro y la emoción, como Tatuaje, el Café Cavallers, Capsa, La Torna, La Jungla, el Café La Lola, Luada, Brillante y más, muchos más. Junto a estos cafés especializados en tertulias literarias existía un circuito de pequeños locales, diseminados por toda la ciudad, donde empezaron la mayoría de grupos de la escena musical valenciana de aquellos años, como el Club Perdido, Caballo, Tres Tristes Tigres, La Planta Baja, Gasolinera, El Asesino, L'Anomia y un largo etcétera. Y junto a estos espacios de ocio y cultura urbana que iluminaban las tardes y noches de la ciudad, existía una red esplendida de pequeñas librerías especializadas, muy activas y comprometidas con la cultura y los movimientos sociales como Gramma, Tirant lo Blanch, Railowsky, Soriano, Tres i Quatre, Época, Viridiana, Dávila, Futurama, La Máscara, Llavors, o la misma Cavallers de Neu, que fue el primer café librería de la ciudad y probablemente del país. Fueron años que vieron eclosionar al calor de la “movida” las nuevas galerías de arte como My Name's Lolita Art, Pos-Post, Val i 30, Luis Adelantado, Visor, o Tomás March entre otras.
-¿Tiene Valencia una tradición de Café al igual que Madrid y Barcelona?
Valencia, mediterránea hasta la médula, ha sido cuna de impresores y mercaderes, de artistas y escritores, que siempre han encontrado en la vida social de los cafés y las tabernas la esencia de su pasión por el debate. Vivimos mucho y bien la calle, como buenos mediterráneos, por eso el café de tertulia ha sido siempre una referencia en la vida social y cultural de nuestra ciudad.
-Usted ha visto la escena poética andaluza y actividades de Cafés como "El Perro Andaluz". Se puede decir que en algunas comunidades hay una efervescencia de estos lugares, donde se mantiene el espíritu de antes, es decir, de las reuniones y tertulias de generaciones como la del 27 y del mítico Pombo de Gómez de la Serna?
Los tiempos siempre están cambiando, pero somos animales de costumbres, los mismos perros con diferentes collares, nuestra naturaleza y nuestra cultura hace propicia la vida social y artística en cualquier rincón, si nos cierran el café o el bar, lo inventamos, somos gentes del sur, del Mediterráneo, latinos, fenicios, árabes y judíos ¿habrá mayor riqueza en una misma sangre?. Todas las generaciones tuvieron, tienen y tendrán los espacios en donde significarse, plantear preguntas y encontrar referencias. Todo cambia y todo sigue igual.
en cavallers de neu, tras la barra tirana junto a menchu en algún lugar de los años 80
-¿Qué es para usted un Café Literario? Si se refiriera a su esencia.
Es pasión y sosiego, debate y consuelo, un café literario es el salón donde reunimos amigos y convocamos diferencias. Desde luego es un lugar mágico donde más que sentar cátedra se sostiene barra y eso ayuda a equilibrar en ocasiones el exceso académico, si bien en otras desata vanidades propias de galleros.
-¿Cómo ve la plataforma de internet para que los Cafés se expandan hacia más público cercano a la literatura y otras expresiones artísticas?
Internet es para las tertulias de los cafés una herramienta perfecta en su difusión y promoción, permite el acceso a la programación y las noticias que se generan de una manera inmediata, y además es absolutamente universal. El único inconveniente reside en convertir la pantalla del ordenador en substituto del espacio social, yo sigo quedando en los bares, como cantaba Gabinete Caligari “no hay nada como el calor del amor en un bar”.