lunes, 16 de febrero de 2009

la literatura rasga la realidad

acabo de regresar de povoa de varzim, en portugal, un pequeño pueblo al norte de porto, en donde asistí, por segundo año consecutivo a "correntes d'escritas", un encuentro de escritores de la lusofonía y de habla hispana que celebraba en este año su décima edición.

ya iré desmenuzando poco a poco este ejemplo de organización que me dejó un buenísimo sabor de boca y como siempre me enseñó a mejorar y cuidar los actos que coordino y organizo, y por supuesto daré cuenta del buen quehacer de manuela ribeiro, corazón y alma del evento.

mi intervención tuvo lugar en la escuela de secundaria rocha peixoto, se trataba de una mesa redonda bajo el título "a literatura rasga a realidade", mesa que compartí con dos grandes poetas, el portugués casimiro de brito y el brasileño antonio cicero, autor de muchas de las letras de músicos como caetano veloso o adriana calcanhoto. la cuarta autora de la mesa era la escritora angela valvey que finalmente no pudo asistir.


por orden desde mi izquierda casimiro de brito, el director del instituto y antonio cicero


La literatura rasga la realidad


Una soleada y fría mañana de febrero de 1998 vi morir a mi padre. El hombre que me regaló las primeras palabras arrullándome entre sus brazos, lo abandonaba ahora entre los míos. Se despidió tres días antes, con las mismas palabras que me susurró cuando para mi posiblemente fueran simples sonidos cargados de calor y seguridad:“Uberto sé feliz, te quiero mucho, hasta siempre”. Y a pesar de conocer su significado, aquellas últimas palabras me supieron, igual que las primeras, a caricias, a vida, a pura vida. Más allá de su significado o precisamente por él, se convertían en gesto, en acto, ellas me ayudaban a comprender la belleza de una vida que incluye también la conciencia de su propio final, esta es su grandeza y su gran lección.

Crecer fue desde el primer momento un ejercicio de supervivencia que consistía en juntar y separar palabras, un acto de generosidad y rebeldía que moldeaba día a día, año tras año, el amor, el miedo, las mil y una forma de conseguir y perder las cosas, de acercarme y olvidar tantos errores como aciertos, de romper y construir mi propio corazón y conciencia. Fui descubriendo pronto que las palabras sirven para jugar y para juzgar, que pueden hacer llorar o reír, que nos descubren el cariño y pueden hacer más daño que los cuchillos, aprendí que con las palabras se puede ayudar y destruir, conducen al consuelo y ayudan al engaño. Las palabras se cargan y descargan a nuestro antojo, son armas cargadas de nada, sólo eso, armas cargadas que a veces nos ayudan y otras nos destruyen. Las palabras son tan fáciles de amar como fáciles de armar.

Hubo un momento en mi juventud en el cual la realidad se hizo tan evidente, tan burda y sofisticada al mismo tiempo, que irrumpí en ella con la sana intención de modelar mi vida ante el peligro de que sucediera justo contrario, que fuera la realidad la que tomara las riendas de mi propia vida. Ese día descubrí que las palabras cuando se afilan sirven para rasgar la realidad, para abrir huecos por donde alcanzar otros horizontes, ventanas tan reales como el muro que parecía infranqueable, y cada paso, nunca fácil, en ese mismo sentido, era un paso hacia la construcción de nuevas realidades. El lenguaje con el que decidí armarme frente a la realidad fue la poesía. La literatura no sólo rasga la realidad, entra en ella, irrumpe como un golpe de viento que hace batir todas sus puertas y ventanas, interviene y modifica, crea la posibilidad frente a la la fatalidad, redime y nos condena, es la manzana que nos libra finalmente de cualquier paraíso.

Cuando la realidad hizo zozobrar mi vida fue la poesía quien la equilibró y cuando la realidad se hizo peligrosamente convencional fue la poesía el arma que utilicé para rebelarme y transgredir sus propios límites. Ahora treinta años después de escribir aquellos primeros poemas torpes y pretenciosos, sigo creyendo que la literatura, y particularmente la poesía, son un excelente antídoto contra la genialidad.


Uberto Stabile

Póvoa de Varzim, 13 de febrero de 2009