martes, 21 de enero de 2014

juan gelman

marco antonio campos, uberto stabile, juan gelman y liliana pedroza 
(ciudad juárez 2009)












conocí a juan gelman en ciudad juárez, méxico, en octubre de 2009, durante la celebración del encuentro "literatura en el bravo". era mi primera visita a la frontera y estaba rodeado de buenos amigos y grandes maestros, como el propio gelman, ledo ivo, carlos montemayor, marco antonio campos, jorge valdés díaz-vélez, elmer mendoza, josé angel leyva, eduardo-antonio parra, luis humberto crosthwaite, liliana pedroza, karla martínez, miguel ángel chavez, y muchos más escritores y poetas que hicieron de aquellos días, en ese lugar tan especial, una experiencia que siempre que rememoro me aporta algo nuevo. fue precisamente aquí, en ciudad juárez, donde nació la idea de dibujar esa mirada poética sobre la frontera de méxico que terminó llamándose "tan lejos de dios"

coincidí con gelman en un taxi rumbo a la universidad de ciudad juárez donde teníamos actos programados. durante el trayecto por las calles de juárez, sembradas de cruces rosas en recuerdo de las mujeres asesinadas, fuimos hablando de esas pequeñas cosas que van haciendo común el mundo, recordamos el tiempo que ambos, con tantos años de diferencia, habíamos vivido en roma, bromeamos sobre el carácter de los italianos, contó chistes, poseía, además de una profunda tristeza, un gran sentido del humor y una fina ironía, que nunca ofendía y acortaba distancias. gelman se dejaba sentir próximo, cálido, natural y sobre todo conocedor de la vida, de cuanto armamos y desarmamos, fuente de sabiduría para comprender el dolor, el amor y la naturaleza humana. 

nunca había asistido a ningún recital de juan gelman, y poder hacerlo en estas condiciones de proximidad, y en una ciudad tan golpeada por la violencia, me emocionaba, me hacía sentir todavía mucho más especial esa lectura. por algún motivo que desconozco o error en la convocatoria, que ahora no recuerdo, donde se debía celebrar el acto, no se presentó nadie. tras la correspondiente espera nos trasladarnos al edificio contiguo donde me tocaba recitar a mi. como íbamos en grupo juan nos acompañó, se sentó entre los alumnos, como uno más, encantador. siempre imaginé que sería yo quien escuchara por vez primera a gelman y nunca al contrario. sin embargo allí estaba sentado, juan gelman, atento, paciente, humilde, perspicaz, joven entre los jóvenes, escuchando los poemas siempre primerizos de este aprendiz de todo y maestro de nada. le confesé mi admiración y contrariedad, sonrío con ternura, hay sonrisas que hablan, quedaba todo dicho.
hace poco más de un año lo vi por última vez. fue otro encuentro, más entrañable si cabe; el poeta y editor josé angel leyva y su esposa, begoña, otros dos seres imprescindibles, nos invitaron a cenar en su casa de ciudad de méxico. asistí junto a brenda ortega, juan gelman y lara lamadrid. fue una velada inolvidable, a los deliciosos platos que preparó begoña, se sumaban vinos españoles y argentinos, recuerdos, poemas, chistes, más güisqui, anécdotas y sobre todo ese calor humano que se respira cerca de gelman. todavía lo recuerdo con la sonrisa entre tierna y sarcástica, levantando su mano para intervenir cuando lara, con su torrencial verbo, acaparaba el tiempo que parecía detenerse, y entre bromas y cariños remontaban la narración que uno deseaba, nunca terminase. 

no me gustan ni entiendo las frases hechas, pero ahora cobran tanto sentido que parecen otras, juan gelman deja un gran vacío, uno de esos huecos que sólo puede llenar su propio recuerdo, su obra. gelman es de esa clase de personas a quienes sin apenas conocer, sientes que le debes mucho, quizá porque su poesía no sólo ilumina, alumbra, da calor, y es con esa luz humana, tan necesaria para vivir sin norte, con la que hoy seguramente invocaré sus versos para no sentirme sólo, para seguir amando. gracias juan, una vez más haciendo sonar, como aquella noche, las copas en lo alto de la mesa.











 
Sobre la poesía
habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y

con el asunto de comer cada día/ se trata
de un asunto importante/ recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/

pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/

los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/ y no
pajaritos como el tío juan/especialmente

porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos sentían que les hacía pío-pío en la cabeza/el

tío juan era así/le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/ salieron sus cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de vergüenza/pero

volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/ esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/ para un poeta es cada día más difícil

conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/ que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/

y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron las muchachas/ los almaceneros/ los guerreros/ los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/

lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/ yo ahora
para que me quieras."


Juan Gelman ('Hacia el sur', 1982)