miércoles, 12 de marzo de 2008

hey jack kerouac









Jack Kerouac, Pocahontas y yo

Íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur en mi vieja furgoneta escuchando
John Lee Hooker en la radio
Despeñaperros pa´bajo y algo más en el cuerpo
cuando recogimos al estudiante colombiano
haciendo autostop en la gasolinera de Bailén
con un master en geología y dos piedras de hachís en el bolsillo,
contando historia de Manu Chao y las FARC
y el estado de sitio y una muchacha de Cáceres que le prometió el amor
y se quedó con sus travelcheques como recuerdo.

Íbamos, digo, camino del sur desentonando a coro al Camarón
palmeando sobre el salpicadero de la Nissan
creyéndonos libres y soberanos en un país que no reconocemos
ni quiere reconocernos,
cuando vimos la luna sobre la ciudad de Córdoba y suspiramos
como si fuéramos niños de plata en un jardín prohibido,
y nos cogimos de la mano porque en un momento todos fuimos indios
como Pocahontas, Moctezuma y nuestro amigo colombiano,
indios en una reserva de vino, ceniza y hechizos,
y conjuramos al futuro para que nos fuera propicio
y el futuro se nos hizo de pronto irreversible, irreverente, irrevocable.

Y tuvimos que enterrar en una sola noche
a los amigos que habían muerto desbocados, de amor,
de sobredosis, de locura, de la vida misma que ahora nosotros
en el umbral del siglo reclamamos desde la memoria.
Como pasajeros de un poema sin destino
íbamos Jack Kerouac, Pocahontas y yo
camino del sur encañonando con insolencia
la sien plateada y sospechosa de una Europa limpia
ordenada y preparada para repeler el hambre que nunca
nos dejaron reclamar.